Nacido en Mineral del Hondo, México en el año 1904, el director y actor apodado “el Indio”, Emilio Fernández marcó toda una época en la historia del cine mexicano, y su trabajo sigue vigente entre las nuevas generaciones de artistas nacionales.
Emilio Fernández estudió la carrera militar y se unió a la Revolución. Salió del país a causa de su complicidad en un frustrado levantamiento contra Álvaro Obregón, y vivió en Estados Unidos, donde ejerció diversos oficios, entre ellos el ser doble de cine. En 1933 regresó a México para trabajar como actor en la industria fílmica local.
Después de aparecer en varias cintas, sin destacar en ninguna, en 1941 laboró en su vocación que lo llevó a convertirse en un ícono nacional, el ser director de cine. Debutó con su primera película: “La Isla de la Pasión”. A partir de esa película en adelante, junto con el fotógrafo Gabriel Figueroa, el escritor y argumentista Mauricio Magdaleno y los actores Pedro Armendáriz, Dolores del Río y María Félix, formó uno de los más importantes y exitosos equipos creativos del cine nacional.
Sin duda alguna, de las obras más reconocidas de parte de la crítica y del público son sus películas “María Candelaria” y “Flor Silvestre” ambas de 1943. Creó un cine perteneciente al drama de costumbres, pero agregó un profundo estatismo, influenciado mucho por el cine de Eisenstein. La mancuerna entre Gabriel Figueroa, quien era fotógrafo y Emilio Fernández fue una de las más icónicas y exitosas en la historia del cine mexicano. Dándole un valor importante dramáticamente hablando al paisaje, convirtiéndolo en un personaje más de la historia.
Su nombre fue muy respetado en otras cinematografías y por directores muy dispares, para los que trabajó como actor. Por encima de sus fracasos, su figura ha sido fundamental para entender el despertar de la cinematografía latinoamericana, en un deseo de ofrecer una imagen propia, diferente a la impuesta desde otros dominios más mercantilistas, aunque este protagonismo no impida que también se le achaque un exceso de realismo y el ser un defensor a ultranza de la justicia social, con personajes sumergidos en un torrente de violencia, drama y conformismo, apoyándose para ello en una estética muy pictórica y escenográfica.
Según cuenta la historia, Emilio Fernández era amigo de la actriz mexicana Dolores del Río. Ésta estaba casada con el director de arte de la Metro-Goldwyn-Mayer, Cedric Gibbons, a quien le habían encargado en 1928 el diseño de los premios de la Academia que había sido fundada un año antes. Se dice que Del Río sugirió a su esposo que utilizara a Fernández como modelo. “El Indio”, pese a resistirse a la idea, finalmente aceptó posar denudo para el diseño de lo que hoy se conoce como el Oscar.