El documental dirigido por Luke Lorentzen abre con un dato aterrador, en la Ciudad de México el gobierno sólo cuenta con 45 ambulancias para una población de más de 9 millones de habitantes. El filme sigue a la familia Ochoa, la cual se compone casi en su totalidad por paramédicos que luchan día con día por ser los primeros en responder a la llamada de los pacientes que necesitan asistencia médica después de sufrir un accidente. La labor de la familia se torna imprescindible, a pesar de que no cuenta con ningún tipo de ayuda ni reconocimiento por parte del Estado.
Lorentzen utiliza la cámara como una mirada sin perjuicio, tanto con la situaciones que ocurren y las decisiones de la familia. En una ciudad en donde el caos, la impunidad, la corrupción impera en todas sus formas, la familia Ochoa se ve afectada por todo lo anterior sometiéndose a una serie de contratiempos que han de solventar a como de lugar ya sea a través de sobornos a las autoridades o mediante prácticas poco éticas que afectan directamente a los integrantes. El director acompañó a los Ochoa durante más de 60 noches a lo largo de 3 años, editando el material mientras filmaba. Curiosamente cuando realizó el primer corte final y no lo aceptaron en el festival de Sundance, regresó a la Ciudad de México a filmar junto a la familia una vez más y lo que logró grabar durante ese rodaje se utilizó para el corte final en un 80%.
Familia de Medianoche le permite al espectador reflexionar sobre las decisiones morales que los protagonistas toman a lo largo del documental. La visión del director posibilita que no se explote el morbo en las escenas más fuertes, sino más bien la cámara se enfoca más en la dinámica interior de la familia. Con los planos bien utilizados y la edición te hace sentir como un miembro más, montado en la ambulancia en contrarreloj mientras el paciente poco a poco pierde la vida. Un trabajo que merece la pena ser visto, además hace poco la agregaron a Netflix, por lo que ya no hay pretexto alguno.